La casa del Gato


Los hechos reales en muchas ocasiones se transforman y recrean con el devenir del tiempo dando lugar a muchas de las leyendas que jalonan cada enclave y paraje del Albayzín. Así sucede con un hecho singular que conecta el callejón del Gato con la Real Chancillería. Dramático suceso que tiene sus antecedentes en un matrimonio con edad muy dispar que montó su hogar en la que con el tiempo fue conocida como casa del Gato. En cuyos bajos se instaló la botica más antigua de Granada. Ella joven, muy zalamera y suelta de cascos. Él, receptor y funcionario de la Real Chancillería que pintaba canas en su madurez. Ambos como digo fueron protagonistas del dramático suceso en el que entreveradamente se mezcla la realidad con la leyenda.

Mientras que su marido empleaba su tiempo entregado a los legajos judiciales y atendiendo las demandas del alcaide de crimen para el que trabajaba. Ella muy casquivana, se acicalaba y mostraba su lozanía en el balcón de la referida casa que hacía esquina con la plaza de San Gregorio y un pequeño callejón que desembocaba en la Cuesta Marañas. El azar quiso que entre los quiebros y requiebros que ésta mantenía con los jóvenes mozos del barrio, que fuera el mismísimo alcaide de crimen, para el que trabajaba su marido, el que quedara prendado por los encantos de tan bella mujer. Éste que pasó bajo el balcón con la intención de comprar un específico para el dolor de cabeza en la botica sita en los bajos de la casa, perdió el caletre liándose la manta a la cabeza para acabar encamado con la mujer del receptor del que era jefe.

A partir de este primer encuentro el alcaide de crimen encomendaba a su operario judicial distintas tareas que deliberadamente obligaban al cornudo marido a enjaezar su mula y acudir a distintas localidades del extrarradio de Granada. El amancebamiento entre los amantes era la comidilla entre todas las fulanas que ejercían en las distintas casas de lenocinio de la calle de San Juan de los Reyes y que se reunían en el colmado que había en la plaza de San Gregorio frente a la casa del Gato. Las habladurías terminaron por llegar a oídos del marido adquiriendo éste conciencia de su cornamenta. Entró en colera al punto que cegado por la ira el día que el alcaide de crimen lo mandó como ya era costumbre a resolver distintas cuitas a la cercana localidad de Armilla, éste fingió una vez enjaezada la mula que emprendía la marcha hacía Armilla, y volviendo sobre sus pasos regresó descubriendo a los amantes encamados en pleno fragor amoroso. La ira tornó en locura y enajenado apuñaló a los dos amantes quedando éstos sobre el corrompido lecho nupcial yertos y ensangrentados.

Pronto el receptor fue consciente de la gravedad de los hechos, sus leguleyos conocimientos así se lo hicieron saber. Así que de esta guisa cogió la mula aún enjaezada y cruzando por la Puerta de Elvira tomó camino de Madrid en su intento desesperado de salir indemne del doble crimen cometido. Matar a la máxima autoridad judicial de la ciudad era el mayor magnicidio que se podía cometer, era perentorio que él llegara a la corte de Madrid y pedir audiencia con su majestad Carlos III antes de que llegara la noticia del execrable crimen acontecido en Granada. El marido burlado pidió la audiencia arguyendo que tenía que dar cuenta sobre gravísimos conflictos judiciales en la Real Chancillería de Granada. Durante las seis jornadas del camino a Madrid tramó la estratagema que esgrimiría ante el monarca. Y cuando estuvo en audiencia delante del rey le esgrimió un relato metafórico: Su Majestad sí un hombre honrado guardara en la alacena de su casa bajo cuatro llaves y vigilado con su gato lo más preciado de su casa, y comprobara que a pesar de todas las medidas un ratón entró no se sabe por dónde en la alacena y se estaba comiendo su más preciado tesoro ¿qué haría su merced en esta guisa? A lo que raudo respondió Carlos III, sin duda alguna matarlo. Pues su majestad eso mismo hice yo con un ratoncillo que se estaba comiendo el mejor queso de mi casa. Le contó como el Alcaide de crimen mancillaba su honor y su honra beneficiándose a su mujer, confesando así el doble crimen pasional que había comedido. No pudiendo el monarca desdecirse de aquello que había previamente sentenciado y procedió como máxima autoridad del país a perdonar al receptor burlado.

Bajorrelieve de la casa del Gato, ubicado actualmente en el almacén del Palacio de Carlos V (El Independiente de Granada) 

El receptor encargó a un marmolista de vuelta al Albayzín un bajo relieve en el que se representaba un gato que lleva entre sus dientes un ratón y que colocó sobre el dintel de su puerta en la fachada como si se tratará de un escudo heráldico para que todos sus vecinos comprendieran que su honor había sido vengado y restituido. Y es por ello que haya llegado hasta nuestros días este acontecer dramático dejando testimonio en ese callejón sin nombre que desemboca en la cuesta Marañas y que desde entonces conocemos como callejón del Gato. Hoy la casa del Gato ya no existe, en su lugar hay un solar tapiado junto a un paño de la muralla Zirí y el bajorrelieve con el gato y el ratón se encuentra en el almacén del palacio de Carlos V del conjunto alhambreño.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario