Leyenda: el viejo de la Alberzana


Había una vez, en el barrio morisco del Albayzín, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Said. Durante varias noches, Said soñó que abandonaba el barrio en dirección de la alcazaba alhambreña y llegaba a uno de los cuatro puentes del río Darro.

Soñó que, a un lado del río, y debajo del puente, se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda la vida.

Al principio, Said no le dio importancia. Pero cuando el sueño se repitió durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que no podía desoír esa información que le llegaba de Alá, o de no sabía dónde, mientras dormía.

Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para el visionario destino y partió hacia el referido río.

Después de sinuoso y cansina marcha, el anciano llegó al río Darro y se dedicó a buscar el puente sobre el río en las afueras del Albayzín y en dirección de la Alhambra.

No había muchos puentes en el río, así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente Cabrera y, a un lado del río, el árbol debajo del que debía cavar.

Sólo había un detalle que no había aparecido en su sueño: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia Alhambreña.

Said no se atrevía a cavar mientras el soldado estuviera allí, así que acampó cerca del puente y esperó. La segunda noche, el soldado empezó a sospechar de aquel hombre que acampaba cerca de su puente, así que se aproximó para interrogarle.

El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que había llegado desde el barrio morisco del Albayzín desde la lejana zona de la Alberzana junto a la muralla Sirí porque había soñado que en el río Darro, bajo un puente como aquél, había un tesoro enterrado.

El guardia empezó a reírse a carcajadas.

-Has viajado mucho por una estupidez le dijo–. Desde hace tres años, yo sueño todas las noches que en el barrio morisco del Albayzín, debajo de la cocina de un viejo loco llamado Said, hay un tesoro enterrado. ¡Ja, ja, ja! ¿Crees que yo debería ir al Albayzín a buscar a ese Said y cavar bajo su cocina? ¡Ja, ja, ja! Said dio amablemente las gracias al guardia y regresó a su casa.

Al llegar, cavó un pozo bajo su cocina y encontró el tesoro que siempre había estado allí enterrado.

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